Los hombres fuertes surgen en los momentos más oscuros: Arzobispo Pedro Varela




Pedro Valera Jiménez, primer arzobispo dominicano, es un personaje cuya importancia en la historia de la República Dominicana ha sido relegada al olvido, a pesar de haber desempeñado un papel fundamental en uno de los periodos más turbulentos de la isla. Nació en Santo Domingo en 1757, en el seno de una familia de origen canario, notable por su participación en asuntos públicos y militares. Valera fue un hombre sencillo, virtuoso, y tímido, pero con una firme vocación religiosa que lo llevaría a convertirse en uno de los pilares de la Iglesia católica en la isla. Según el sacerdote jesuita José Luis Sáez, Valera "tuvo grandes preocupaciones pastorales" y "fue el encargado de formar al clero nacional", fundando la primera escuela catedralicia, que posteriormente se convertiría en el Seminario durante la época republicana.

El camino hacia su nombramiento como arzobispo no fue fácil. En 1811 fue nombrado oficialmente, pero no sería confirmado por Roma hasta 1817. Durante esos años, Valera tuvo que enfrentarse a las dificultades económicas y políticas de la diócesis. Un documento enviado en 1811 detalla cómo solicitó a las autoridades españolas apoyo financiero para su diócesis, ya que "no podía sostenerse con menos de cuatro mil pesos anuales", lo que refleja la precariedad en la que operaba la Iglesia en Santo Domingo.

En 1818 fue consagrado como arzobispo en la Catedral de San Juan, Puerto Rico, y poco después regresó a Santo Domingo para asumir plenamente sus responsabilidades. Durante su mandato, una de sus principales preocupaciones fue la formación del clero, motivo por el cual solicitó al padre Félix Varela, destacado intelectual cubano, que escribiera un tratado de filosofía para ser utilizado en el seminario de Santo Domingo. También impulsó la reapertura de la Universidad Primada, cuya labor había quedado interrumpida por las vicisitudes políticas de la isla.

El contexto en el que Valera desarrolló su labor pastoral estuvo marcado por la ocupación haitiana de 1822, bajo el régimen de Jean-Pierre Boyer, que buscaba controlar todos los aspectos de la vida pública y religiosa de la isla. Las políticas del gobierno haitiano, que incluían la supresión de la lengua española y la confiscación de propiedades dominicanas, afectaron profundamente a la Iglesia católica, y Valera se vio obligado a enfrentarse a un gobierno que pretendía suprimir las tradiciones e identidad dominicanas.

Uno de los episodios más oscuros de la vida de Valera ocurrió en 1830, cuando fue víctima de un atentado. Según la tradición, un joven intentó asesinarlo con un puñal sin conseguirlo, lo que fue interpretado como un acto providencial. Las circunstancias del atentado nunca fueron completamente esclarecidas, y Valera se exilió poco después en Cuba.

A su llegada a Santiago de Cuba en agosto de 1830, fue recibido por las autoridades eclesiásticas y políticas locales. Allí, y más tarde en La Habana, continuó su labor religiosa, participando en la vida eclesiástica hasta su muerte en 1833, a causa de una epidemia de cólera. Fue enterrado en la bóveda destinada a los obispos diocesanos en el cementerio de La Habana.

El historiador Antonio Lluberes, SJ, señaló que Valera "fue uno de los componentes para que se mantuviera la conciencia de la nacionalidad dominicana", destacando su papel en la preservación de la identidad cultural y religiosa de Santo Domingo durante la ocupación haitiana. A pesar de su importancia, Valera sigue siendo un personaje relativamente desconocido en la memoria histórica de la nación. Su legado, sin embargo, es inmenso: lideró a la Iglesia dominicana en tiempos de grandes desafíos, fomentó la educación del clero y se mantuvo firme en la defensa de la fe y la cultura de su pueblo.

Hoy en día, la figura de Pedro Valera debería ser objeto de mayor reconocimiento. Fue un hombre cuya vida estuvo marcada por la resistencia pacífica y la fe en medio de la adversidad, un líder que nunca abandonó sus principios y que trabajó incansablemente por la Iglesia y por la identidad de Santo Domingo. Su ejemplo nos recuerda que, en los tiempos más oscuros, surgen los hombres más fuertes, aquellos que, como Valera, son capaces de resistir y perseverar a pesar de las dificultades.

Fdo. J. Brihuega

Comentarios

Entradas populares